Jorge Andrés Thibaut, ingeniero comercial y funcionario de Aduanas, te motiva para comenzar a correr.
De joven practiqué deportes variados (nunca fui bueno en alguno en particular), como parte de mi formación como Oficial de la Fuerza Aérea de Chile. En 1990 me retiré de la institución castrense siendo Subteniente, después de lo que dejé casi totalmente las actividades deportivas. Tras terminar mis estudios universitarios ingresé a trabajar a honorarios en mi actual institución en septiembre de 1995 y pocos días después me detectaron un cáncer testicular, el que fue removido con éxito y tratado con radioterapia. Si bien este cáncer es de los de mejor pronóstico, en esos años la palabra cáncer era sinónimo de muerte. Y no tener previsión fue, bueno, un tanto complejo y oneroso. Adicionalmente a ello, la semana anterior a mi cirugía fue intervenido mi padre por enésima vez de un complejo cáncer a la vejiga, así que seguramente será fácil comprender que mis temores y angustias fueron a ratos, agobiantes.
Por fortuna todo avanzó bien con mi recuperación, en términos de salud al menos. Tras cinco años de control, mi médico tratante solicitó los últimos exámenes y, por esas cosas que tiene a veces la vida, los resultados arrojaron problemas en el perfil bioquímico, por lo que me ordenaron exámenes adicionales de imagenología, descubriendo un gran cálculo en mi riñón izquierdo, de casi 9 centímetros, el que creció alojándose en el cáliz de forma totalmente asintomática. Lo bueno fue que me dieron de completa alta del cáncer, pero hubo que insertar un catéter a través de la vejiga para drenar el riñón que se encontraba reteniendo líquidos quizás desde cuándo y para poder proceder a la posterior destrucción de la bendita piedra. Tras varios meses de tratamiento y liberado ya del cálculo, el diagnóstico fue que la función renal de mi riñón izquierdo había descendido a un 5 a 7% variable. Con el paso de los años eso fue naturalmente descendiendo hasta que dicho órgano se terminó de secar alrededor del 2016, pasando a ser un ciudadano monorreno funcional.
Por estos procesos y otros motivos de la vida, mi ansiedad fue pasando a niveles superiores a mis capacidades, lo que me llevó a subir mucho de peso. Mucho. De un peso habitual de 87 kilos, llegué a pesar 146 en mi peor momento. Intenté muchos métodos para bajar de peso, dietas, gimnasios, pastillas, todo lo que se les pueda ocurrir. Durante el 2006, pesando 120 kilos, fui a tomar un seguro de vida sin una razón particular. En los controles de salud correspondientes, el médico evaluador me repitió la toma de presión tres veces, tras lo que me derivaron a urgencias de inmediato. En ese minuto mi presión sanguínea era de 220/170. Fui diagnosticado como hipertenso y comencé a buscar una solución definitiva para mi obesidad. Inicialmente no podía correr, por razones obvias, pero hice todo lo humanamente posible, lo que me hacía variar de 120 a 100 y de nuevo a 120 en el transcurso de unos meses.
Tras todos estos esfuerzos, recurrí a una evaluación para cirugía bariátrica. En los exámenes de diagnóstico me detectaron una gran cantidad de pólipos desde el esófago hasta el duodeno, por lo que siguiendo las recomendaciones de los especialistas, en el 2010 me sometí a una gastrectomía en manga, donde se me removió el 90% del estómago, así como las secciones de pólipos presentes en los alrededores. En un mes bajé 40 kilos. Y luego me estabilicé en 85, que es mi peso ideal, considerando mi estatura y conformación física.
A principios del 2016 comencé a correr de nuevo. Una mañana simplemente salí a correr muy temprano, antes de ir al trabajo y fueron dos muy largas cuadras. Luego fue un kilómetro. Unos meses después estaba trotando 3 kilómetros a diario. Y los fines de semana comencé a correr 5 con algún esfuerzo. Luego 10. Y retomé la participación en carreras abiertas, donde me sentí muy cómodo. Pero el cansancio posterior era exagerado, así que siguiendo una sugerencia familiar me sometí a una polisomnografía que permitió confirmar que mis ronquidos escondían una apnea severa del sueño. Más de 300 episodios durante la noche que duró el estudio, el más extremo de ellos de casi un minuto de duración. Desde entonces, cada noche, uso una máquina C-PAP para dormir, lo que además de disminuir los riesgos relacionados, me permite descansar de mejor forma. A fines del ese año ya estaba corriendo 21 kilómetros los domingos, disfrutando mucho los recién descubiertos caminos del Cerro Tupahue (nombre originario del San Cristóbal).
En el 2017 decidí correr formalmente medias maratones, siendo la más importante de ese año la MDS. Tras de ella pasaron dos cosas importantes: 1.- Me lesioné de la rodilla derecha (nada serio), lo que permitió descubrir un osteocondroma (tumor benigno) en la rodilla izquierda, y 2.- mi hermano Marco, de paso por Chile en esa fecha, me invitó a correr la maratón de Nueva York, invitación que decliné por su elevado costo, por lo que acordamos correr juntos el 2018 la de Ámsterdam, ciudad donde él vivía junto a su familia.
Como preparación para ese desafío, me inscribí en la Maratón del Valle de Aconcagua, a desarrollarse el 12 de noviembre de 2017. Una vez más, el destino tomó partido en los eventos, al llegarme por spam un aviso donde se invitaba a correr la Maratón original: Atenas. Curiosamente, dicha prueba era también el 12 de noviembre, por lo que hice los ajustes necesarios del caso y cambié la ubicación geográfico de los que serían mis primeros 42 kilómetros (http://runnerschile.com/2017/11/experiencia-la-maraton-atenas-2017/).
Para mejorar mi preparación me inscribí en los 42k de la MDS 2018, pero en febrero sufrí de agudos dolores en mi hombro izquierdo, que eran finalmente síntomas de una hernia cervical extruida de gran tamaño, de la que fui operado a fines de marzo, debiendo abandonar mis planes de correr en el corto plazo. Por esas mismas fechas, mi hermano se sometía a diversos exámenes por mareos persistentes y otros problemas similares, que no tenían respuesta clínica.
Pude rehabilitarme rápidamente (aunque mantengo algunas secuelas menores hasta hoy) gracias al apoyo y asistencia de familia, amigos y por supuesto, a una hermosa comunidad de corredores. Pero al otro lado del charco, la salud de mi hermano impediría correr según lo pactado. En lugar de cumplir nuestro desafío, ese octubre yo mantenía la preparación corriendo los 21k en Viña del Mar, y Marco tenía problemas para desplazarse sin ayuda. Decidí correr la Maratón de Paris 2019 para estar cerca de él y dedicarle la energía de mis esfuerzos. El final del 2018, así como enero y febrero siguientes fueron de muchos kilómetros de preparación. Y de conversaciones difíciles. Mi hermano tenía dificultad para comunicarse y presentía lo que se avecinaba, por lo que nos dijimos las cosas que era necesario decir.
Ese mes de febrero fue el mes en que más kilómetros he corrido alguna vez en mi vida, lo que me provocó una tendinosis aquiliana por sobrecarga. Mientras trabajaba en mi recuperación, ese marzo finalmente falleció mi hermano. Al regreso de sus funerales corrí los 21k de la MDS en su honor. Se acumularon muchas cosas y debí acogerme de forma temporal a una licencia médica por depresión. Un Coach y buen amigo, Steve Mwangi, me ayudó a salir del pozo en el que sentía encontrarme. Steve se convirtió en mi Coach, preparándome, motivándome y fortaleciendo principalmente mi voluntad para cumplir con mi desafío, Ámsterdam 2019. Muchos participaron en mi proceso de sanación emocional, familia, amigos, colegas, etc., pero destaco a Steve porque estoy convencido que si no fuera por su confianza, motivación y guía profesional, no hubiera superado la pena ni hubiera logrado cumplir de buena manera mi compromiso. Claro que el camino nunca en mi vida ha estado cien por ciento despejado: a fines de agosto tuve un dolor agudo en mi rodilla izquierda y al recurrir a especialistas, el diagnóstico condromalacia rotuliana. Visité a varios médicos, quienes me presentaron diversos escenarios posibles. El último de ellos fue muy categórico al señalar que las opciones eran dejar de correr o fortalecer mucho los cuádriceps y cruzar los dedos. Por cierto, me quedé con este último! Kinesioterapia, ejercicios, elongaciones y el gran Steve hicieron lo suyo. Yo hice lo mío, el 20 de octubre del 2019, por la calles de Ámsterdam (http://runnerschile.com/2019/10/mi-experiencia-en-el-maraton-de-amsterdam/).
En resumen, a mis ajetreados 52 años, corro recuperado de un cáncer y con un tumor benigno en la rodilla izquierda, con un solo riñón, con hipertensión arterial, con apnea del sueño, con un implante cervical que reemplazó mi sexta vértebra y la amenaza de la condromalacia rotuliana. Entre otras pequeñeces no descritas acá, por supuesto.
¿Busco ganar algo? No competitivamente. Ya me gané a mí mismo, una y otra vez. Y todo lo que quería ganar hasta ahora lo he ganado: tiempo, salud, amigos y paz. He alcanzado un mayor nivel de conciencia, en el sentido de una profunda introspección y sensación de comunión. Equilibrio. Calma. Sosiego. ¿Qué más puedo pedir? Seguir corriendo. Cuando se pueda.
Y tu… ¿Por qué dijiste que no corres?
Bien Jorge, todo un ejemplo de perseverancia y constancia, felicitaciones .
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