Como siempre, el Parque Nacional Conguillío nos sorprendía con su belleza y su clima cambiante. Después de días nublados y fuerte lluvia durante la noche, el día que subiríamos a los conos parásitos del Llaima amaneció con un cielo impecable, sin siquiera un rastro de nubes. Una de las mejores sensaciones que he experimentado es abrir la carpa (todavía dentro del saco) y ver el contraste de las araucarias con el cielo y la nieve de los volcanes. El desayuno lo íbamos a comer en Laguna Captrén, por lo que un plátano antes de partir era justo y necesario. Eran las 8.30 y estábamos en camino; 6 kms nos separaban de Laguna Captrén. A las 9.45 estábamos tomando desayuno frente a la laguna y a parte de la Sierra Nevada. Estábamos en eso cuando dentro de la laguna se empieza a acercar hacía la orilla una familia de patos; eran la mamá y sus siete patitos que pasaron enfrente de nosotros y se fueron a tomar sol en un tronco caído. Fue una escena increíble.
Terminado el desayuno seguimos con la ruta: tomar el Sendero de Chile que nos llevaría hacía el volcán y nos dejaría en el límite vegetacional. De aquí en adelante todo era subida. Comenzando la subida nos reciben enormes coihues (Nothofagus dombeyi) y un sotobosque dominado por canelo enano (Drymis andina). También se comienza a divisar en panorámica la Laguna Captrén. Ya en cierto punto de la subida, la vegetación empieza a cambiar: aparece la araucaria (Araucaria araucana) y la lenga (Nothofagus pumilio), dos especies adaptadas a la altura. Poco a poco el sendero se abre y es posible divisar en su plenitud la cima del Llaima. Luego de unos 4 o 5 kms llegamos a los que es el término del sendero, y en el que la vegetación da paso a la ceniza volcánica. Ahora quedaba la parte más difícil del recorrido, en los que unas buenas zapatillas hacen la diferencia.
Unos cientos de metros después de dejar el sendero, el escenario es conmovedor: sendas vistas de la Sierra Nevada, manchones de nieve que parecen glaciares, bosquetes aislados de araucaria… A pesar de que se pierde el sendero, si hay balizas que indican el camino a seguir. Nuestra ruta seguía subiendo y en algunos tramos tuvimos que cruzar manchones de nieve con varios metros de espesor. A medida que subíamos en altura el viento se volvía cada vez más fuerte. Nos refugiamos detrás de unas rocas y ahí almorzamos una buena ración de lentejas. Tan sólo nos quedaba el último esfuerzo para llegar a la cima del cono parásito, así que dejamos nuestras cosas en las rocas y seguimos. Lo duro de la pendiente y el fuerte viento hacían de esta experiencia algo un poco “extremo”, pero a cada paso que dábamos nos deslumbrábamos con lo que se extendía frente a nuestros ojos. No está demás mencionar que llevamos suficiente agua (2L x persona), comida para todo el día, primera capa de cambio, cortavientos, zapatillas adecuadas para correr en cerro, lentes de sol, gorro y bloqueador.
Ya llegando a la cima se extendió ante nosotros el majestuoso cono del Volcán Llaima y una vista casi en 360° de Conguillío. De vuelta fue todo muy rápido, ya que nos lanzamos a correr y a disfrutar de la bajada, con la gravedad haciendo lo suyo. A medio camino de vuelta observamos que los coihues estaban cargados de digüeñes, que son unos hongos que crecen en esta especie (y también en los robles – Nothofagus obliqua) y que son comestibles, así que recolectamos algunos y llegamos a preparar una merecida cena con éstos. Fue un día increíble y uno de los mejores días que he tenido en mi vida.
Esta experiencia no habría sido posible sin el apañe de Kathya, mi compañera de vida.