Sábado 26 de agosto 2017. El día comenzó a las 5.30 de la mañana, ya que debíamos juntarnos en el centro y partir en auto al lugar de la largada. El desayuno, por supuesto, fue en el auto, con fruta de protagonista exclusiva. Llegamos a Lampa alrededor de las 7.30 y recién despuntaban los primeros atisbos del alba. El frío se hacía sentir y ya comenzábamos a prepararnos para subirnos a los buses que nos llevarían a la zona de largada en Til Til.
Ya en la partida el frío daba paso al nerviosismo y ansiedad. Algo de trote para calentar y ya estaba todo listo para la largada. Entre abrazos y palabras de aliento se dio el vamos. Así comenzaba mi primera vez en una carrera sobre los 30 kms.
Sabía de antemano que la primera subida tendría mucho desnivel, por lo que partí a un ritmo cómodo. Los primeros minutos fueron de subida suave por un camino de tierra ancho, que después dio paso a una subida larguísima por sendero de montaña en el que casi no se podía adelantar. A cada minuto las vistas eran más espectaculares, las rocas cambiaban de formas y colores, los árboles y arbustos daban paso a cactus y suculentas. Llegada la cima de esa primera subida, el frío se intensificó y aparecieron charcos de agua y barro por los que había que pasar sí o sí. La nieve comenzó a inundar el paisaje y detrás de unas pircas apareció una laguna preciosa, con agua congelada en los bordes; era una verdadera playa de montaña. Pasado ese espectáculo se avecinaba la pronunciada y larga bajada que nos acercaría a la mitad de la travesía.
La primera parte era sumamente técnica, con muchas rocas grandes y con mucha nieve dura. Casi no se podía correr. Fueron varios minutos así, hasta que la nieve dio paso a tierra húmeda en la que sí se podía correr y volar en la bajada. Claro que me pasaron varios corredores, ya que soy lento bajando. En el primer punto de abastecimiento (km 13) me sentía súper bien de piernas y de ánimo, por lo que sólo paré unos 30 segundos en los que tomé un vaso de agua y comí un plátano. La dura bajada daba paso a un par de kilómetros “llanos” en los que corrí apreciando el paisaje y llevando un ritmo que no me desgastara más de lo necesario. Luego llegó una bajada corta que significaría el principio del fin.
Era el km 16 aproximadamente y empezó una leve molestia en la cara externa de la rodilla derecha. Ya sabía que era lo que se venía: problemas con la banda iliotibial. No quería que pasara nuevamente. Hace varios meses tuve que lidiar con esta lesión, y en ambas piernas. Con el paso de los kilómetros el dolor fue aumentando y tuve que bajar el ritmo. Fue un mazazo a mi objetivo de terminar la carrera en 6 horas, ya que me sentía preparado y estaba bien. Al llegar al segundo punto de abastecimiento (km 22) debía tomar una decisión: seguir en carrera y aguantar el dolor o retirarme. Después de 5 minutos tomé la decisión de seguir y tragarme el dolor. Algunos kilómetros más adelante comenzaría la segunda subida y quizás el dolor remitía. La subida la hice a buen ritmo y la rodilla no me dolía, por lo que le puse ganas y me decía que todo mejoraría. Al llegar a la cima y comenzar la bajada se derrumbaron todos esos pensamientos positivos. El dolor era ya casi insoportable. A cada paso que daba sentía una punzada en la rodilla, y el dolor ya me tenía con ganas de vomitar. Estaba en un punto de no retorno, ya que nadie me iría a buscar al cerro, por lo que tenía que bajar por mis propios medios de alguna u otra forma. Ya sólo pensaba en llegar al siguiente avituallamiento y retirarme. Quedaba toda la bajada por delante y por primera vez odié estar en el cerro. No lo estaba disfrutando. Toda la carrera había perdido sentido. La frustración y tristeza inundaron mis pensamientos y sólo quería estar de vuelta en casa, descansar y que el dolor cesara.
Fue la bajada más larga de mi vida. Finalmente llegué al tercer puesto de control (km 30) y mi travesía se había terminado. En el sendero quedaron los entrenamientos, objetivos, sueños y demases. Claro está que queda el disfrute de la primera subida, las maravillosas vistas y toda la alegría que se genera previa a un gran desafío. Sin duda el otro año me cobraré la revancha e iré en busca de la anhelada meta de la travesía Til Til – Lampa.