Kilómetro 34 y ya no puedo seguir, no me quedan fuerzas en las piernas, siento mucho frío y el ánimo desapareció hace 4 kilómetros. Me pongo a caminar e inmediatamente comienzan las muestras de apoyo de los corredores que pasan por mi lado, las mismas con las que yo intenté levantar el animo a varios en el camino y que ahora intentan revivirme, pero no hay caso, algo me pasa que me ha dejado completamente sin fuerzas.
Mientras arrastro las piernas intento analizar que pasó, que hice mal; ¿habrá sido que comí muy poco desayuno? ¿acaso no entrené lo suficiente? ¿será que esto no es lo mío y debo correr solo hasta 21? Menos mal que ando con el celular y puedo llamar a mi hincha número uno, mi esposa Isabel que me estaba esperando en la meta luego de correr los 10K. Me responde sorprendida y me pregunta que donde estoy, con un tono de voz que revela la tímida idea de que quizás ya llegué y no me alcanzó a ver cruzar la meta (y eso que recién han pasado 2:50, tremenda fe que me tiene). Le cuento lo que ha pasado y que mejor nos encontremos en el auto, para irnos rápidamente de vuelta a la casa. Cada vez me siento peor y voy entendiendo que todo el malestar se debe a un principio de gripe, que comenzó la noche anterior con molestia muscular y algo de dolor de cabeza, síntomas que me hicieron dormir pésimo, pero que yo atibui a los clásicos nervios. Una vez en el auto se confirman las sospechas, me empiezo a sentir afiebrado y con malestar general y llego a la casa en calidad de bulto.
Gajes del oficio les digo a todos los que me preguntan como me fue, y es la pura verdad. Mi papá diría “uno propone y Dios dispone” y también tendría su parte de razón. Como maratonistas o corredores amateurs somos dependientes de un millón de factores que pueden afectar nuestro entrenamiento o nuestro desempeño el día de la carrera; en mi caso los que más se repiten están relacionados justamente con resfríos, gracias a mis amados hijos que son expertos en pegarse bichos del jardín o del colegio, evolucionarlos, llevarlos a su máxima expresión y luego pegarselos a Isa y a mí. Lo único que queda por hacer es aceptarlo y entrenar con más ganas, aprovechando cada momento que se pueda, siempre y cuando los bichos te den permiso.
Acerca de los 34 kilómetros que alcancé a correr que puedo decir? Hasta los 29 kilómetros me sentí bastante bien, sobre todo a los 28 cuando me encontré con mis compadres Hans y Pauli que me estaban esperando en el Metro Escuela Militar junto a sus pequeños Max y Thomy, son unos secos por haber estado ahí solo para animarme.
También puedo decir que eché de menos las bandas tocando en varias esquinas del circuito, solo puedo recordar a Freddy Mercury a la altura de los 5K siendo que antes eran muchos más. Otra cosa que eché de menos fue el apoyo de bomberos, pasamos por varias bombas y esta vez no hubo bocinas ni sirenas, será que nos quisieron decir algo con eso?
Independiente de estos detalles los 42K de la MDS es una carrera digna de repetir infinitamente, incluso ahora que viviendo en la quinta región debimos levantarnos a las 4:45 y subirnos al auto a las 5:30. Para mi tiene una magia única y ya estoy planeando como reinvindicarme el 2018.