El fin de semana pasado me tocó manejar por Av. Providencia hacia Plaza Italia, algo que rara vez hago ya que uso muy poco mi auto dentro de Santiago. Había poco tráfico y todo estaba muy tranquilo cuando de pronto, al cruzar la intersección con Av. Salvador y enfilar hacia Condell teniendo vista despejada de la avenida, sentí el recuerdo vivo, casi palpable, de los últimos dos kilómetros de la Maratón de Santiago. El corazón se me aceleró y me comenzaron a sudar las manos, di un largo suspiro y por un momento sentí claramente el aliento del público, a la vez que me invadía una curiosa sensación; que mezclaba por igual la alegría del objetivo cumplido con el nerviosismo y la incertidumbre inherentes de una maratón. Por un segundo los ojos se me llenaron de lágrimas y volví entender, una vez más, porque la maratón es la reina de todas las carreras.
Esta no es una sensación nueva para mí, ya me había pasado una vez hace un par de años. Fue el 2015, en la mañana del Sábado previo a la MDS de ese año, que había decidido no correr por estar recién volviendo de un rebelde síndrome de la cinta iliotibial. Esa vez iba hacia el Parque Arauco con mi familia, cuando al enfilar por Vespucio a la altura de Bilbao comencé a ver en el piso las marcas de los kilómetros 27 al 30 y el recuerdo vivo de esos duros kilómetros me invadió completamente. La sensación fue tan potente que no me la pude sacar de la cabeza en todo el día y la noche, finalmente en la madrugada del domingo no pude aguantar más y me levanté de improviso a correr los 21.
Probablemente algunos puedan encontrar inexplicable este fanatismo, incluso algunos lo catalogarán de enfermizo, sin embargo para mí es mucho más que fanatismo, es algo que ya forma parte de mi vida y que me define como persona. Se que somos muchos los que sufrimos de esta “enfermedad”, la misma que nos motiva a entrenar cada vez más duro, con la única satisfacción de superar las propias metas, dudas y miedos. La misma que nos reta a probar nuestros límites y nos lleva a darnos cuenta que quizás no hay límites, que trabajando duro todos somos capaces de ir más allá. Ejemplo de que esto no son solo simples palabras es la historia del británico/canadiense Ed Whitlock, leyenda entre los maratonistas no profesionales, que el lunes pasado falleció producto de un invencible cáncer a la próstata. Ed no solo posee el record de ser la única persona en la historia en bajar las 3 horas en una maratón con más de 70 años (y lo consiguió dos años seguidos!), sino que posee otras 21 marcas mundiales de diferentes categorías de edad, incluyendo ser el corredor mas longevo en la historia que ha conseguido bajar las 4 horas, logro conseguido con 86 años en la pasada Maratón de Toronto, hace solo 5 meses.
Cada vez queda menos para la Maratón de Santiago 2017 y queda clarísimo que la pregunta que todos los maratonistas nos hacemos antes de esta carrera ha comenzado a comerme vivo; ¿lograré guardar fuerzas hasta llegar a Escrivá de Balaguer para gradualmente acelerar el paso los últimos 9 kilómetros? Solo queda seguir entrenando y esperar hasta el 2 de Abril para averiguarlo.