Mi experiencia en el Maratón de Nueva York 2016

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Las piernas seguramente me seguirán doliendo por algunos días más, sin embargo la sonrisa de mi cara probablemente no se vaya en un buen rato. Hace poco más de 72 horas que crucé la meta de la más linda y la más difícil de las maratones que he tenido el privilegio de correr, y no puedo dejar de sonreír.

Todos hemos escuchado de la maratón de Nueva York alguna vez, es la más popular del mundo, la más masiva (el 2013 batió el record con 50.740 “finishers”) y es considerada como una de las cinco maratones más importantes del mundo, junto a Londres, Tokio, Berlín y Boston, más conocidas como las 5 “mayors”. Sin embargo no es ninguna de esas las razones que la hacen una carrera tan especial, para mi las verdaderas razones son dos; el apoyo de la gente y el circuito.

Tómense un momento e imaginen el tremendo apoyo que hay siempre en el último kilometro de la maratón de Santiago, multiplíquenlo por diez y tendrán una remota idea del apoyo que hay durante absolutamente todo el circuito de la maratón de Nueva York. Es tan increíble que cuesta describirlo, filas y filas de neoyorquinos de todas las edades, que salen a apoyar con carteles, agua, plátanos, geles y cuanta cosa se les pueda ocurrir y en todos los idiomas que se puedan imaginar. Porque esa es una de las principales características de esta loca ciudad, la monumental diversidad cultural, y la maratón claramente no está ajena a ella; durante el recorrido pude contar más de 30 banderas distintas, entre las que destacaban principalmente Italia, Francia, Suiza, Polonia y México.

El neoyorquino sale a apoyar a la calle porque la maratón es parte de la identidad de la ciudad, porque se celebra desde 1970 y solo ha sido cancelada una sola vez, el año 2012 debido al paso del Huracán Sandy. Sale a la calle porque entiende lo importante del apoyo en un desafío físico de la envergadura de una maratón, sale a la calle porque es capaz de ver en los ojos de los maratonistas el efecto de una palabra de aliento de alguien completamente desconocido, de un cartel con un mensaje de apoyo lleno de humor y de los colores de la propia bandera, cuando el que se cruza es un compatriota.

El circuito es la otra parte de la mágica receta, un circuito secretamente complejo, lleno de subidas sorpresivas y engañosas, que te guía por los cinco
barrios que definen Nueva York; partiendo todo en Staten Island, pasando por Brooklyn, Queens y El Bronx para terminar en el grandioso Manhattan. Cinco “boros” que fluyen bajo tus pies en la forma de cinco largos y empinados puentes, grandes y ventosas avenidas, angostas calles residenciales, inmensos rascacielos y el grandioso Central Park. Todo condimentado por el continuo rugir del publico, el flamear de las banderas y las estridentes guitarras de las bandas que se suman al apoyo.

jose-ignacio-guerraObviamente lograr un recorrido tan increíble, en medio del corazón de la ciudad más agitada del mundo no es fácil y la monumentalidad de la tarea de organización no es ajena a los corredores. El proceso de movilización hacia la zona de partida es largo y complejo, y solo pude comenzar a correr luego de largas 5 horas de espera (en mi caso y tengo la certeza de que no fui el que más esperó), que incluyeron esperar el metro a las 5:30 de la mañana, hacer largas filas en la estación del ferry para cruzar la bahía de Nueva York hacia Staten Island, más filas a la espera de los buses que nos llevarían a la zona de partida y luego más y más filas esperando las 10:15 de la mañana y el cañonazo de la partida para la “ola” azul, y finalmente 15 minutos más para poder cruzar la partida y comenzar la carrera. El complejo sistema de largada considera dividir a los más de cincuenta mil maratonistas inscritos en 4 “olas” de distintos colores, que este año iniciaron con 25 minutos de separación a partir de las 9:50 de la mañana, cada ola a su vez sub-dividida en corrales según el tiempo estimado de finalización de cada corredor y que circulan por distintos caminos en la primera parte del circuito, para finalmente sumarse todas en un mismo flujo continuo a la altura de la octava milla.

nyc-marathon_medallaSimplemente una maratón mágica, llena de detalles que la hacen única, inolvidable e indiscutiblemente recomendable y que quizás no es solo una maratón sino dos, tal como me dijo un corredor de Malasia con el que compartí arriba del bus camino a la zona de la partida en Staten Island, un veterano de Nueva York que ya había corrido la maratón varias veces antes. El me dijo que lo que la gente no sabe es que el largo e intrincado camino y la posterior eterna y nerviosa espera en la zona de partida representan una primera maratón,
que sin duda contribuye a concederle esa innegable magia a la segunda y verdadera maratón que probablemente ninguna otra en el mundo tiene. Magia que para cada corredor se ve
representada en distintos y únicos momentos durante el recorrido, momentos que te dejan con el corazón radiante de felicidad y que te llenan de energía y te ayudan a recobrar fuerzas. Para mí esos momentos fueron cuatro; la partida por el puente Verrazano al son del New York, New York de Frank Sinatra con la imagen imborrable de Manhattan al otro lado de la bahía, la genial y abrumadora algarabía de la calle Lafayette a la altura del kilometro 18, el encuentro en el kilometro 35 con mi amiga Paulina a la que le agradezco infinitamente por todos los consejos e invaluable ayuda para hacer realidad el sueño de correr esta maratón y finalmente la durísima y sufrida llegada a la meta en el tremendamente genial Central Park.

Historia aparte son las 3 horas y 42 minutos que me tomó recorrer las 26.2 millas, tiempo que está lejos de mi mejor registro y con el que no estoy ni cerca de estar conforme y que lo único que hace es motivarme a seguir entrenando y madrugando con más ganas que nunca.

2 Comentarios

  1. Probablemente también sea mi peor marca que me imagino obtener en mi vida!!! ….
    Pero sueño hace años e ir a esa maravillosa y extraordinaria maratón.
    Me encantaria participar una vez auq sea asi morire en paz!!

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