Segunda parte de la serie de recomendaciones de libros que me han servido de motivación. En esta ocasión un libro súper popular y polémico entre los corredores de todo el mundo y que a mí me ayudó para decidirme a probar el “Natural Running”. Método o técnica de carrera que implica el uso de zapatillas minimalistas, que nos acercan al piso, eliminando la mayor parte de la amortiguación y nos obligan a cambiar la forma de la pisada, evitando el uso del talón y favoreciendo una postura del cuerpo más erguida y eficiente.
Christopher McDougall – Nacidos para correr
Para correr más rápido, eficiente y sin lesiones, lo único que tienes que hacer es sacarte las zapatillas. Simple, precisa y polémica frase que resume el principal mensaje que entrega el libro de Christopher McDougall, novelista y periodista estadounidense que nos cuenta acerca de su búsqueda de una forma de correr que evitara sus constantes dolores en las rodillas y pies, y como a través de esta búsqueda se topó con la increíble historia de la tribu de los tarahumaras o rarámuris; pueblo nativo de México, asentado en una recóndita y escarpada zona de la sierra madre occidental, conocida como las Barracas del Cobre. Los rarámuri, que en lengua nativa significa “el de los pies ligeros”, se caracterizan por tener una cultura basada en el correr, que perdura hasta el día de hoy; siendo capaces de correr por cientos de kilómetros de escarpadas y rocosas laderas sin descanso ni dolor, calzados sólo con ligeras sandalias de caucho.
A través de una entretenidísima historia, que incluye su propia aventura buscando y, luego viviendo y corriendo con el pueblo Tarahumara, McDougall nos va introduciendo en el pilar del libro, una teoría evolutiva según la cual los humanos estamos diseñados para correr largas distancias. Esta teoría fue publicada por Daniel Lieberman y Dennis M. Bramble, dos connotados académicos estadounidenses expertos en biología evolutiva, en la revista Nature el 18 de Noviembre de 2004, bajo el nombre “La carrera de resistencia y la evolución del Homo” (Endurance running and the evolution of Homo) y luego reforzada el año 2007 en la revista Sports Med bajo el nombre “La evolución de la carrera de maratón: las capacidades de los seres humanos” (The evolution of marathon running: capabilities in humans). Ambas publicaciones buscan explicar por qué muchas de las características de nuestro cuerpo, que coincidentemente se desarrollaron en una fase de evolución relativamente reciente, sirven únicamente para correr y no para caminar. El arco del pié, los glúteos o la capacidad del cuerpo para almacenar energía en los tendones son condiciones inútiles y hasta contraproducentes a la hora de caminar, pero muy prácticas para correr. Y todas comparten una función en particular: la resistencia.
El principal fundamento para esta teoría, aparte de las incuestionables evidencias evolutivas planteadas por ambos expertos es la caza por persistencia, una de las más antiguas técnicas de cacería en la cual los cazadores, que pueden ser mucho más lentos que su presa en cortas distancias, usan una combinación de carrera, caminata y rastreo para perseguir a la presa hasta que esta cae exhausta. Lobos grises, perros salvajes africanos y hienas son ejemplos de razas de mamíferos que evolucionaron para este tipo de estrategia de caza, a ellos se suma otra raza a la que conocemos perfectamente, los humanos.
El libro es una mezcla perfecta entre una genial novela de aventuras, una publicación científica llena de referencias a estudios académicos y un compendio de incontables anécdotas y consejos útiles para todo corredor. En resumen, un libro que todo corredor debería leer. Como muestra les dejo un extracto:
“Todo comenzó con una pregunta sencilla que nadie podía responder. Era un acertijo de seis palabras que me llevó hasta la fotografía de un hombre veloz que vestía una falda muy corta, y a partir de ahí el asunto se volvió cada vez más extraño. No mucho después, me encontré tratando con un asesino, guerrillas de narcotraficantes y un hombre con un solo brazo y un bote de queso crema atado a la cabeza. Conocí a una preciosa guardabosques rubia que se deshizo de su ropa y encontró la salvación corriendo desnuda por los bosques de Idaho, y a una joven surfista con coletas que corrió directa hacia la muerte en pleno desierto. Un talentoso y joven corredor moriría. Otros dos se salvarían por los pelos.
Seguí buscando y cruzándome en el camino con Batman Descalzo… El Tipo Desnudo… Bosquimanos del Kalahari… El Amputado de la Uña del Pie… una secta consagrada a carreras de larga distancia y fiestas sexuales… El Hombre Salvaje de las Montañas Blue Ridge… y, finalmente, la antigua tribu de los tarahumaras y su misterioso discípulo, Caballo Blanco.
Al final, obtendría mi respuesta, pero solo después de encontrarme en medio de la mayor carrera que el mundo jamás había visto: la mayor competición de carreras pedestres, un enfrentamiento clandestino en el que compitieron algunos de los mejores corredores de ultramaratón de nuestros tiempos contra los mejores corredores de todos los tiempos, una carrera de cincuenta millas por caminos ocultos hasta entonces solo transitados por los tarahumaras. Me sorprendí al descubrir que el viejo proverbio del Tao Te Ching: «El buen caminante no deja huellas», no era un sutil acertijo sino un consejo de entrenamiento real y concreto.
Y todo porque en enero de 2001 le pregunté a mi médico: —¿Por qué me duele el pie?”